POSTMODERNIDAD, CONSTRUCTIVISMO Y PSICOTERAPIA

“Es imprescindible ser uno y mil para sentir las cosas en todos sus matices.”

Federico García Lorca

Constructivismo

Para empezar, podemos decir que uno de sus presupuestos básicos es que cuanto sabemos y creemos es fruto del lenguaje con que comprendemos y transmitimos nuestras percepciones y que, sobre una misma realidad, pueden darse diferentes puntos de vista, todos ellos igualmente válidos.

Al hablar, vamos creando la realidad junto con nuestros interlocutores (Berger y Luckmann, Maines, etc.) Así es como, sobre la base de nuestra biografía, creamos y modificamos nuestra identidad, que retocamos permanentemente en virtud del contexto, de las circunstancias de nuestra interacción y de las características y expectativas de nuestro interlocutor.

Un antecedente filosófico del constructivismo puede enraizarse en Kant, cuyas ideas a priori, juicios sintéticos a priori, analítica y dialéctica trascendentales reflejan el carácter sistematizador y unificador del espíritu humano (dotamos a todas nuestras percepciones de las categorías específicamente humanas de espacio y tiempo).

El constructivismo posmoderno considera que el cerebro no es un mero recipiente donde se depositan las informaciones, sino una entidad que construye la experiencia y el conocimiento, los ordena y da forma. Este es un planteamiento netamente kantiano (la psicología cognitiva también comparte este presupuesto).

El constructivismo se caracteriza, entre otros rasgos, por la crítica a los mitos de la modernidad aún imperantes en las puertas del siglo XXI. La psicología, la psiquiatría y la psicoterapia han venido compartiendo la idea ilustrada del siglo XVIII de que el conocimiento se concibe como un plan progresivo de adecuación y representación de la realidad mediante la razón y la ciencia empírica. Conocer algo equivaldría a representarlo adecuadamente a nivel mental. Mientras más correspondiera la representación mental a la realidad, mayor y mejor sería el conocimiento.

De la anterior visión modernista han bebido las psicoterapias conductistas (valor de lo empírico), cognitivas (ajuste cognición - realidad), psicoanalíticas (principio de realidad y el yo) y humanistas (autenticidad del sujeto). También la psiquiatría moderna de raigambre biologicista pretende clasificar con precisión la enfermedad mental y descubrir las verdaderas bases biológicas del trastorno mental (enfermedad mental para ellos).

Pues bien, las psicoterapias constructivistas cuestionan todos los enfoques anteriores por basarse en mayor o menor medida en los mitos de la modernidad. A saber, el mito de la representación, el mito del objeto, el mito de la realidad independiente y el mito de la verdad. Los cuatros mitos conforman el síndrome del modernismo.

El mito de la representación mantiene que el conocimiento es válido en la medida en que se adecua o corresponde con la realidad. La crítica es que para conocer la realidad hay que acceder a esta sin el conocimiento previo que tenemos de ella, lo cual es imposible. El sujeto siempre está presente. El conocimiento es una cuestión de utilidad contextual. El conocer depende de la propia estructura de los humanos, de cómo estamos constituidos.

El mito del objeto mantiene que para acceder al conocimiento hay que borrar las variables extrañas a la observación, al sujeto, para distinguir con claridad al objeto. Nadie ha podido demostrar hasta el momento cómo se puede observar sin sujeto. La propia definición de objeto, realidad, materia, etc. está constituida por nuestra tradición cultural, no por la aprehensión absoluta de algo ajeno a nosotros.

El mito de la realidad independiente mantiene que la realidad (el mundo) existe con independencia de lo que podamos pensar y experimentar de ella. Los constructivistas no niegan que esa realidad exista. Lo que se niega es que exista de manera independiente a las prácticas sociales, culturales e históricas de los humanos. La realidad tal como la conocemos, la conoceremos, y la conocimos, depende de nuestra propia constitución biopsicosocial.

El mito de la verdad se basa en que se pueden encontrar unos principios universales (científicos, religiosos, psicológicos, etc.) fuera de la contingencia, la subjetividad y las culturas humanas de tipo trascendente. La verdad no estaría sujeta a las contingencias del vivir humano. Si la verdad dependiera de la contingencia humana no sería verdadera (se pueden rastrear los orígenes de este planteamiento modernista en Platón). Los constructivistas apuntan a que este criterio de verdad es axiomático y arbitrario, y que está mantenido por criterios de utilidad y de poder social (Fue Foucault quien subrayó la relación entre la producción de discursos y el Poder, que no sólo reprime formas de vida “inadecuadas” sino que ante todo y sobre todo, construye formas de vida “adecuadas”) El conocimiento y la verdad no son independientes de la contingencia humana. La verdad se transmuta en utilidad.

El constructivismo no se postula a sí mismo como más verdadero que sus opuestos, ya que él mismo está sujeto a la contingencia humana. Los humanos nos limitamos a contar historias y relatos sobre nuestro conocimiento, a través de nuestra capacidad lingüística. Estas historias pueden ser más o menos atractivas o útiles.

El constructivismo ve a las otras psicoterapias y la psiquiatría como narrativa de historias que pueden ser viables en determinados sujetos y contextos; distintas historias pero no unas más verdaderas que otras. La psicoterapia constructivista es una de tantas historias, consciente de serlo sin embargo.

Características del Constructivismo

Narrativo

Uno de los teóricos del movimiento narrativo en psicología es el psicólogo Jerome Bruner (1991). Este autor propone que hay dos modalidades de pensamiento en la mente humana, en el sistema cognoscitivo (conocimiento) de las personas. Cada uno de estos sistemas origina maneras diferentes de construir la realidad. Por un lado estaría el modo de "pensamiento paradigmático" y por el otro el "modo narrativo".

La modalidad paradigmática o lógico científica tiene que ver con las capacidades humanas de razonamiento, explicación y análisis lógico-empírico o científico. La metáfora para representar a este estilo o tipo de pensamiento es la computadora que procesa información. La finalidad de este sistema está vinculada a la resolución de problemas prácticos de la vida diaria. La abstracción que produce es el sistema de pensamiento paradigmático que está relacionada con los aspectos más universales o generales del conocimiento (nomotético). La mayoría de las personas suelen creer que es el único sistema de pensamiento existente.

La modalidad narrativa de pensamiento es menos conocida. A pesar de ello es la modalidad más antigua del pensamiento humano. Consiste en contar historias a otras personas y a nosotros mismos. Al contar o narrar estas historias vamos construyendo los significados en que nuestras experiencias adquieren sentido. De esta manera el significado surge de la narración, actividad constante en nuestra vida. La modalidad de abstracción que produce el modo de conocimiento narrativo se relaciona con el interés por lo particular (ideográfico). Se ocupa de las intenciones de las acciones humanas en su acontecer histórico. La historia suele surgir de aquello que es particular, de lo inesperado y sorprendente. Cosas que no deberían pasar y pasan, que se alejan de lo establecido. Este pensamiento narrativo no sigue una lógica lineal y de razonamiento verbal o matemático. Se fundamenta en imágenes, es analógico. Funciona por la analogía de las semejanzas. Las imágenes se combinan y juntan en la trama narrativa por la semejanza de sus contenidos y por las similitudes de las tonalidades emotivas que despiertan.

Cada uno de nosotros tiene para sí un relato de su propia vida y además cuenta historias, todas verídicas, que extrae de su biografía. Al trasladar estas narraciones, fijamos recuerdos, eliminamos ciertos desgarros internos, creamos nuestra identidad, la retocamos de forma sucesiva, vamos dando consistencia al sentimiento de nuestra existencia, nos otorgamos significación, porque justificamos y cargamos de congruencia nuestras actuaciones pasadas y vamos perfilando nuestro sentido teleológico, lo que nos da razón de ser.

Nuestra representación del mundo, y aun nuestra propia identidad, no se corresponden con una descripción estática y fija, sino que son una historia viva o dos o más versiones de la misma historia, que se desplazan evolutivamente al ritmo y compás con que el propio narrador se desplaza por el tiempo.

Plural

Los discursos, tanto los teoréticos como los relativos al individuo, son múltiples, diferentes, y todos válidos, ya que parten de puntos de vista, prácticas e historias distintas.

En el plano teorético, este sentido plural quiere decir que ningún cuerpo teórico abarca en sí mismo todos los puntos de vista que son pertinentes respecto a un conjunto de fenómenos concretos. Son saberes acumulativos, complementarios. Así pues, en el plano teorético, el constructivismo se sitúa en un plano interdisciplinar. Los diferentes enfoques sobre el ser humano, las teorías psicológicas, biológicas, sociológicas, antropológicas, etc., aún siendo irreductibles entre sí, son complementarias. Y, dentro de cada uno de los encuadres posibles, ha de mantenerse este mismo respeto mutuo entre las diferentes aportaciones de cada escuela, porque cualquier conocimiento sobre el hombre sigue siendo una construcción mental, individual o colectiva, realizada desde una perspectiva peculiar.

En el plano individual, las historias acerca de nosotros mismos que fabricamos con nuestra familia son muy diferentes entre sí, no es el mismo relato el que mantenemos con nuestra madre que el que mantenemos con nuestros hermanos, y, a su vez, estas historias familiares son distintas de las que fabricamos con nuestros jefes sucesivos o con nuestros vecinos.

Radical

El movimiento constructivista defiende que, puesto que no hay un criterio válido para discernir si una teoría es mejor que otra, hay que refrendar aquellos planteamientos que sean útiles, coherentes con su contexto, no excluyentes y facilitadores del cambio. Esto no tiene nada que ver ni con el relativismo, que consagra cualquier punto de vista como equivalente a cualquier otro, ni con el mero pragmatismo que se desinteresa por el valor de la verdad para centrarse en lo que funciona..., sin más pretensiones.

Ortega y Gasset llegó a afirmar que toda realidad es perspectiva, porque las cosas sólo son reales en tanto que "son para mí", un punto de vista para el yo. El ser definitivo del mundo no es la materia, ni el alma, ni cosa alguna determinada, sino una perspectiva que organiza la realidad. El perspectivismo de Ortega es también un importante antecedente constructivista.

Este perspectivismo quizá permita congregar la pluralidad de enfoques que convergen en las ciencias humanas y el carácter mudable de cada uno de ellos. Hay muchas teorías, quizás demasiadas; pero, además, cada una de ellas muta constantemente y prolifera generando nuevos aportes, porque el hombre viene debatiéndose, hasta ahora, entre la búsqueda de la verdad y la imposibilidad de encontrar certezas absolutas (o en palabras de Linares, una sucesión de etapas alternantes de subjetivismo y realismo). Los enfoques constructivistas de la psicoterapia consideran que mediante el lenguaje es posible configurar múltiples realidades. Los seres humanos no pueden acceder a la realidad inmediata más allá del lenguaje, definido ampliamente como el repertorio de expresiones y acciones simbólicas que nos proporciona la cultura.

A pesar de lo dicho, no se defiende el subjetivismo solipsista de que todas las construcciones son igual de válidas o útiles. Hay construcciones que encajan peor o mejor en las experiencias subjetivas e intersubjetivas. Cuando el encaje de las construcciones (cómo nos explicamos las cosas, cómo nos lenguajeamos como dijo Maturana) y las experiencias del sujeto (lo que nos pasa) es inadecuado, aparece el síntoma. El síntoma es un mensaje a elaborar, una posibilidad experiencial inadecuadamente construida (explicada) o pobremente percatada

Postmoderno

El enfoque constructivista no pretende conseguir una descripción única de la realidad, que sea a la vez objetiva, independiente del observador y que contenga toda la verdad y sólo la verdad.

“¿Tú Verdad? No, la Verdad, y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela.”

Antonio Machado

El hombre se ha visto arrastrado con fuerza por la esperanza, o la utopía, de conseguir un conocimiento objetivo, incontestable, radicalmente independiente tanto del observador como del teórico, y no contaminado por los instrumentos lógicos y metodológicos de la investigación. Sin embargo han ido surgiendo múltiples pruebas confirmatorias de que los sueños de la razón producen monstruos, o, de forma menos apocalíptica que el pintor, simplemente entelequias positivistas (principio de incertidumbre de Heissenberg, Teoría del Caos, Cibernética de segundo orden1, etc…)

El postmodernismo ha inspirado varias teorías en psicología, desde una psicología basada en la deconstrucción, pasando por una psicoterapia inspirada en la física cuántica hasta un amplio conjunto de teorías deconstructivo-constructivas entre las que sobresale por su pretensión radical de novedad el llamado construccionismo social.

En palabras del propio Kenneth J. Gergen (El yo saturado, Dilemas de identidad en el mundo contemporáneo, Paidós 1992)

“[…] Las prácticas terapéuticas tradicionales, regidas por el romanticismo y el modernismo, situaban al terapeuta en el papel del experto que evalúa el estado de la mente del individuo, discrimina sus represiones, conflictos, falsas ideas o aberraciones cognitivas, y corrige tales fallos a través de la terapia. Con el posmodernismo, no sólo corre peligro la pericia del terapeuta para tratar la enfermedad mental, sino que pierde credibilidad la propia realidad de un “paciente” cuya mente debería ser “conocida y modificada”. El individuo es considerado, más bien, como participante en múltiples relaciones, y su “problema” sólo es problema a raíz de la forma en que es construido en algunas de ellas. El desafío para el terapeuta es facilitar la reinterpretación del sistema de significados en el cual se sitúa ese “problema”. Debe entablar un diálogo activo con los que sustentan la definición del problema, no en calidad de clarividente, sino como copartícipe en la construcción de nuevas realidades. El acento puede recaer en los nuevos argumentos y metáforas para la comprensión de la propia vida y para mejorar la capacidad de interpretar los significados” (Pag. 341)

Constructivismo y postmodernidad en psicoterapia

El continente constructivista tiene muchos puertos de acceso. El Grupo de Palo Alto, junto con Bateson, Bandler, Grinder, Watzlawick y muchos representantes de la terapia familiar sistémica, hablan del "mapa de representación del mundo", fabricado por cada persona, a partir de la percepción de su propia experiencia. Toda experiencia es VAOS; es decir, una señal visual, auditiva, olfativa o somestésica, que constituye nuestra percepción de dicha experiencia. Estas percepciones sufren una serie de transformaciones, antes de configurar la estructura profunda de representación del mundo, algo así como el archivo secreto de nuestra experiencia. Cuando hablamos de nuestra experiencia, recurrimos a este archivo y, en el proceso de extracción de la información, ésta sufre otra serie de transformaciones o arreglos, tras los cuales se configura lo que Bandler Y Grinder llaman "la estructura de superficie", el relato que hace la persona sobre qué fue lo que vivió. En terapia, es importante tener en cuenta este largo e intrincado proceso, porque lo que nos cuenta el cliente, a pesar de él mismo, no responde exactamente a su experiencia real.

Las psicoterapias constructivistas se definen en general como relaciones cliente-terapeuta que tienen como finalidad la revisión de las construcciones del cliente sobre su experiencia a fin de facilitarle otras más útiles o viables (el tránsito a la terapia sistémica de familia es sencillo: preguntas circulares, redefiniciones, esculturas y tantas otras técnicas y prácticas con un fundamento epistemológico constructivista)

El terapeuta se ocupa de la interfaz experiencia/construcción del sujeto cliente. No se trata de una visión exclusivamente cognitiva del ser humano (sus construcciones) ya que destaca la relevancia del afecto (la experiencia como forma de conocimiento). La formación de los significados subjetivos y sus disfunciones en el interfaz experiencia/explicación se constituye en el objetivo de las psicoterapias constructivistas.

En palabras de J.L. Linares (Family Process, Vol.4º, nº4, Winter 2001) los grandes aportes de la postmodernidad a la psicoterapia son los siguientes:

“[…] El primero a destacar es el cuestionamiento del objetivismo ingenuo, de la posición de experto sin fisuras que la cibernética de segundo orden ha convertido en imposible. El experto psicoterapeuta no puede desplegar las mismas actitudes básicas ante el mundo de las relaciones entre sujetos que ante el mundo de las cosas. El segundo es el escenario de la acción instrumental, mientras que el primero contempla la acción interpersonal, estratégica o comunicativa. Habermas (1981) dixit.

Se deriva de ello otro punto de interés, que es la legitimación de diferentes abordajes terapéuticos a una misma realidad psico-relacional. La complejidad hace imposible el dogmatismo; o, mejor dicho, el dogmatismo surge de la ignorancia de la complejidad. En este terreno habrá que ser, probablemente, más post-moderno que los post-modernos, quienes a menudo olvidan tan sano precepto para dictar lo que es y lo que no es correcto en terapia […]

Por último, y no por paradójico menos importante, la terapia familiar deberá conservar algunas preciosas aportaciones técnicas del post-modernismo.

Valgan como ejemplo las preguntas circulares que, descritas inicialmente por Selvini y su equipo milanés antes de su división y del giro constructivista de Boscolo y Cecchin, fueron luego desarrolladas exhaustivamente por éstos y por otros autores como Tomm. Se trata de un precioso recurso técnico que se adapta muy bien a la naturaleza circular de la relación y que puede enriquecer, añadiéndose a otras modalidades comunicacionales, la conversación terapéutica.

Si las preguntas circulares constituyen un interesante aporte técnico constructivista, la externalización es otro recurso procedente del socio-construccionismo. Acostumbrados a pedir a los pacientes la internalización de conflictos y dificultades, los terapeutas no habían reparado en que, a menudo, el movimiento de signo contrario podía resultar una muy útil maniobra. White (1993) inventó la manera de que los pacientes pusieran fuera sus problemas, estimulándolos así a luchar mejor contra ellos. Un terapeuta relacional, consciente de que las narrativas de los pacientes están parasitadas por poderosos relatos ajenos y de que, a su vez, también ellos pueden parasitar con sus relatos las narrativas de otros, enriquecerá notablemente su práctica si aprende a trabajar con la internalización y con la externalización, configurando entre ambas uno de los ejes por los que puede discurrir la danza terapéutica.

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1Las ideas cibernéticas han sido divididas en tres periodos, a saber, la cibernética de primer orden (1948): centrada en la comunicación y relaciones que se establecen al interior de un sistema y entre el sistema y su medio, considerando que los procesos de corrección de la desviación (feedback negativo) permitían mantener la organización del sistema y que los procesos de ampliación de la desviación llevaban a la desorganización del mismo. La segunda cibernética (a partir de 1963): reformula la idea de la primacía necesaria de los mecanismos de control y homeostasis señalando que la ampliación de la desviación (feedback positivo) son favorecedores del cambio y son esenciales para la evolución de los sistemas vivientes; y la cibernética de segundo orden (1972): que se define como la “cibernética de la cibernética” o “cibernética de los sistemas observantes”, planteando que las observaciones no son absolutas, sino relativas al punto de vista del observador y que el acto de observar influye sobre el objeto observado anulando cualquier expectativa de predicción por parte del observador (Jutorán, 1994)

 

BIBLIOGRAFÍA:

- Bertalanffy, L. (1976). Teoría general de los sistemas. México. Fondo de Cultura Económica.

- Berger, P. L. y Luckmann, T. (1968). La construcción social de la realidad. Buenos Aires. Amorrortu.

- Bruner, J (1991). Actos de significado. Madrid. Alianza Editorial.

- Gergen, K.J. (2006). Construir la realidad. El futuro de la psicoterapia. Barcelona. Paidós.

- Gergen, K.J. (2006). El yo saturado. Dilemas de identidad en el mundo contemporáneo. Barcelona. Paidós.

- Jutoran S. (1994). El proceso de las ideas sistémico-cibernéticas. [Artículo de internet] En: Revista de Sistemas Familiares. Año 10 Num.1 Abril.

- Linares, J. L. (2001). Does History End with Postmodernism? Toward an Ultramodern Family Therapy. Family Process Volume 40, Issue 4, pages 401–412, December 2001.

- Minuchin, S. y Charles Fishman, H. (1983). Técnicas de terapia familiar. Barcelona. Paidós.

- Ochoa de Alda, I. (1995). Enfoques en terapia familiar sistémica. Barcelona. Herder

- Watzlawick, P. (2000). Terapia breve estratégica. Pasos hacia un cambio de percepción de la realidad . Barcelona. Paidós.

- Watzlawick, P., Beavin Bavelas, J. y Jackson, D.D. (2002). Teoría de la Comunicación Humana. Barcelona. Herder.

- White, M. y Epston, D. (1993). Medios narrativos para fines terapéuticos. Barcelona. Paidós.

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