“Impostor, impostora” (RAE): (persona) que se hace pasar por otra persona o por lo que no es.

El “síndrome del impostor” fue descrito por primera vez por la doctora Pauline Clance, y engloba los sentimientos propios de las personas que sienten que son un fraude y que no se merecen los logros o puestos que ocupan en el mundo laboral. Angustia, depresión y comportamientos inadaptados son las consecuencias que puede acarrear experimentar estas sensaciones. Las investigaciones llevadas a cabo a principios de la década de los 80 estimaron que dos de cada cinco personas exitosas se consideran fraudes y otros estudios han encontrado que el 70% de las personas se sienten impostores en un momento u otro.

¿Síndrome del ImpostorY tú? ¿Te has sentido de manera similar en algún momento de tu vida? ¿Qué factores pueden estar implicados para que se acabe dando esta situación?

Bajo un punto de vista clínico, analizar el autoconcepto de la persona es clave para entender cómo está siendo su experiencia interna (única en cada individuo, independientemente de que encaje en los criterios propios de este síndrome en cuestión). ¿Qué expectativas relacionadas con un adecuado desempeño laboral tiene la persona? ¿Cómo se concibe a sí misma respecto a éstas? ¿Qué cosas valora y aprecia de su self? ¿Cómo experimenta aquello que no aprecia de sí misma? Valorar con un profesional de la psicología cómo estos interrogantes se ponen en juego en las situaciones angustiantes, viendo si resulta adaptativo para la situación en primera instancia; y suavizando aquellas creencias internas limitantes y/o dañinas para la persona en segunda; contribuye a que la persona pueda sentirse más desahogada con la situación.

Por otra parte, no hay que perder de vista el marco contextual que tenemos en el siglo XXI. Vivimos un tiempo en el que el acceso a la información y conocimiento está al alcance de nuestra mano constantemente a un solo clic de distancia. Las personas tienen la posibilidad de ser expertas en uno o varios temas con mayor facilidad que antaño; al mismo tiempo que la tasa de estudios superiores y/o de postgrado ha aumentado en las últimas dos décadas. Existe más competencia, y no siempre más puestos de empleo. Muy fácilmente se puede entrar en contacto con la sensación de que tenemos que dar lo mejor de nosotros mismos para dar la talla, para sólo así seguir en el ruedo o incluso en algunos casos, merecernos estar en él. Estar enfocados hacia el crecimiento personal resulta adaptativo y motivador para realizar de manera adecuada nuestra actividad profesional; 2 pero hay que tener cuidado cuando el deseo de mejora y crecimiento se convierte en un camino autoexigente y perfeccionista. Es importante poder observar la situación con perspectiva para no caer en este tipo de dinámicas tan frecuentes en el síndrome del impostor. Esta perspectiva consiste en tomar una visión realista de la situación, desmitificando el supuesto conocimiento exquisito que debemos poseer, o que otros poseen y tomando conciencia de lo que sí que estamos consiguiendo y/o haciendo adecuadamente. No se trata de estar en la cumbre, ni de compararnos con el resto, ni de sentir que estamos en un lugar que no nos corresponde; si no de intentar ser útil y confiar en las decisiones que te han llevado a donde estás a día de hoy.

Conecta con la parte de ti que no se siente impostora, que sabe el esfuerzo, experiencia, estudios que hay detrás de ti. ¿Qué te dice? ¿Cómo se siente al escuchar que es un fraude? ¿Sientes que es justo? Te invito a que reflexiones sobre cómo estás ahora y sobre lo que quieres hacer con ello. ¿Te apetece integrar algunos cambios?


Autora: Diana Prior

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